Comenzamos el mes con este artículo de Alicia Sevillano Navas.

¿Qué es la Economía Feminista?

La economía feminista es una mirada desde el feminismo hacia el sistema socioeconómico. Esta disciplina parte de un compromiso político expreso con el estudio de las desigualdades entre mujeres y hombres con el objetivo primero de descubrir qué tienen que ver con el sistema económico y con el objetivo último de superarlas.

La economía feminista no se construye únicamente en la universidad, sino que viene también de aquellos ámbitos que son reconocidos socialmente como creadores de pensamiento. En Europa y Norte América, la economía feminista es un discurso más que una práctica -un discurso que mira desde el feminismo un sistema económico que no es en absoluto feminista-. En América Latina, la economía feminista se entiende como una práctica -la búsqueda cotidiana de una forma feminista de gestión de las necesidades y los recursos-.

Tres principios básicos de la Economía Feminista

  1. La economía feminista intenta entender y superar las desigualdades entre mujeres y hombres. Por ello, pone énfasis en que las relaciones económicas están atravesadas por relaciones de género y de poder.
  2. La economía feminista reflexiona sobre la definición clásica de economía. La economía va más allá del “mercado” y de lo “cuantificable”. La economía es “el conjunto de procesos que satisfacen las necesidades de la vida”.
  3. Todo esto no se hace por amor al conocimiento, sino para transformar un sistema que se considera injusto. La economía feminista entiende que todo pensamiento científico es siempre social y político. La investigación académica contribuye a construir el marco del sistema socioeconómico. Por ello, el fin último de la economía feminista es la incidencia política.

Sesgos economicistas y androcéntricos

Desde la economía feminista, se considera que los paradigmas económicos clásicos tienden a compartir una serie de rangos androcéntricos y economicistas. Los podríamos resumir en dos:

  1. La economía clásica niega significado económico a las relaciones de género. Considera que pertenecen a lo social y que, de manera circunstancial, pueden aterrizar en la economía. Se justifica que las relaciones de género no tienen significado económico bien porque se considera que la economía es un terreno libre de relaciones de poder (economía ortodoxa defensora del libre mercado) o porque se considera que las únicas relaciones de poder son las relaciones de clase (economía marxista).
  2. La observación académica de la economía se hace desde la experiencia masculina. Así, se considera que la economía es sólo aquello que pasa en el mercado (la producción y el trabajo remunerado). Como consecuencia, se le niega significatividad económica al ámbito económico históricamente asignado a las mujeres: la reproducción y el trabajo no remunerado. La reproducción y el trabajo de cuidados pertenecen, de nuevo, a lo social. No son objeto de estudio de la economía. Simplemente, son elementos que condicionan la forma de inserción en el mercado laboral. Así, la economía ha etiquetado a las mujeres como “dependientes” e “inactivas”.

 

 

“El otro oculto”

Frente a esto, la economía feminista ha descubierto lo que oculta una mirada androcéntrica de la economía:

  • Hay tanto o más trabajo no remunerado que trabajo remunerado.
  • La carga global de trabajo de las mujeres es mayor que la de los hombres.
  • El trabajo entre mujeres y hombres se reparte de manera muy desigual. La mayor parte del trabajo de las mujeres es trabajo no remunerado -trabajo que la excluye de determinados derechos sociales y que socialmente ni siquiera se reconoce como trabajo-; en cambio, la mayor parte del trabajo de los hombres es remunerado en el mercado.

 

El papel sistémico de la mujer dentro de la economía capitalista

El capitalismo es un sistema que pone la vida al servicio de la acumulación de capital. El capitalismo es contrario la vida. Entonces, ¿cómo se sostiene la vida en el marco de un sistema que la está atacando? La respuesta se encuentra en el papel que juega sistemáticamente la mujer dentro del capitalismo. El heteropatriarcado se encarga de sostener la vida dentro de ese sistema que la está atacando. Los trabajos de cuidados no remunerados -privatizados, feminizados e invisibilizados- cierran el ciclo económico pues garantizan que se sostenga la vida y actúan como salvavidas ante los ataques cíclicos del capitalismo (las crisis económicas).

La desigualdad de género juega un papel absolutamente fundamental en sostener el sistema económico capitalista. Por ello, la economía feminista plantea preguntas fundamentales: ¿Qué idea de bienestar -de vida que merece ser vivida- están sosteniendo esos trabajos? ¿Es esta la vida que realmente queremos tener? ¿Cuáles son los trabajos que necesitamos para conseguir la vida que realmente queremos tener y para sostenerla?

Por todo ello, la economía feminista aspira a establecer un debate democrático sobre cuál es la vida que queremos vivir y cómo vamos a hacer real la responsabilidad colectiva que conlleva alcanzarla.

 

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